Categorías
En el año 794 el Emperador Kammu decidió la construcción de una nueva capital, abandonando la actual Nara, que fue capital nipona desde el 710, históricamente las razones fueron con la intención de librarse de la creciente influencia de los monasterios budistas sobre la corte imperial de Nara, y hasta 1868 fue la capital imperial del país nipón. La ciudad fue varias veces reducida a cenizas por terremotos, incendios y la guerra civil de Onin (s. XV), sin embargo durante la Segunda Guerra Mundial fue la única gran ciudad japonesa que no resultó bombardeada.
Esta larga y prestigiosa historia dio lugar a un legado arquitectónico magnífico con 17 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Entre los templos de interés se encuentran el Kinkaku-ji (Pabellón de Oro), templo cubierto de pan de oro; el Ginkaku-ji (Pabellón de Plata), Saihô-ji con su prohibido jardín de musgo; Ryoan-ji y Daisen-in, con sus enigmáticos jardines de piedras, además del Palacio Imperial, el Castillo Nijó o el Fushimi Inari-taisha (apareció en la película “Memorias de una Geisha”). A esto, hay que añadir que aquí nació el teatro Noh, la poesía antigua waka y las artes más refinadas.
La mayoría de los edificios históricos y sus principales espacios verdes se localizan en las faldas de las montañas que limitan la ciudad. Rica en bellos jardines, Kioto es el lugar perfecto para disfrutar y ver el cambio de estaciones.
Pero para conocer el alma de la ciudad tendremos que adentrarnos en el tradicional barrio de las geishas, situado en el núcleo de Gion. Las geishas y maikos (aprendiz de geishas) de Kioto son famosas por sus habilidades en las tradicionales artes japonesas, tanto por los magníficos kimonos como su perfecto maquillaje, son consideradas la mismísima esencia de la belleza y refinamiento japonés.
Vayamos por donde vayamos siempre disfrutaremos de sus encantos y su belleza, una parada obligada en nuestra aventura nipona.