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Cuando vislumbras las cataratas desde el aire te parecen tranquilas y apacibles, pero cuando estas ahí, viviéndolas y viéndolas, te das cuenta de la maravilla que la naturaleza nos ofrece en este rincón del mundo.
Cuenta la leyenda que en las mansas aguas del río Iguazú habitaba un dios con forma de serpiente, al cual la tribu de guaraníes le daban como ofrenda el sacrificio de una bella joven todos los años. Un año un joven guerrero de una de las tribus se enamoró de la joven que iba a ser sacrificacada y para salvarla decidió raptarla. Tomaron una canoa y comenzaron a sucar el río, pero el dios enojado y para evitar la huída partió el curso del río formando las cataratas. No contento con acabar con los jóvenes enamorados y para evitar que el amor permaneciera, transformó al joven en un árbol y a la joven en una de las rocas centrales. Tras este hecho el dios se refugió en la Garganta del Diablo desde donde vigila a los amantes, pero los amantes se las ingenían para volverse unir gracias al arco iris que emerge los días soleados.
La realidad es que se debe a una gran falla geológica producida donde se encuentra el río Paraná. Estas cataratas descubiertas a mediados del s. XVI se formaron hace más de 100.000 años en la confluencia del río Iguazú con el río Paraná, cuenta con 275 saltos de agua, 80% en el lado argentino, encadenados a lo largo de casi 3km, que podemos admirar caminando por las pasarelas y miradores, sin olvidar la posibilidad de contratas las lanchas para adentrarnos en ellas o nadar a cierta distancia.
La mayor parte de las cataratas se localizan en el lado argentino (80%) pero las panorámicas más expectaculares nos las ofrece el lado brasileño, por lo que es imprescindible ir a ambos lados. Si tuviera que resumir las cataratas en dos fotografias un de cada lado, me quedaría con la Garganta del diablo, su ensordecedor ruido y la cortina de bruma que sube y baja. Y la panorámica desde el lado brasilño. Aprovechar para hacer fotos de «retina», vivir y saborear esta maravilla de la naturaleza.
Para los cinéfilos, aunque probablemente ya lo sabeís, parte de los exteriores de la pelicula La Misión fueron rodados en la isla de San Martín, recibiendo un Oscar a la mejor fotografía.
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